Melancólica elegancia
la que tu risa pronuncia,
jactancia de tristeza,
ocaso mudo, dulzura
envenenada de belleza,
insomnio que no cura,
pasión teje en tu ausencia,
odia […] mata la paciencia.
De tu rostro, el enigma
son tus pupilas, tu aroma
es el de la noche, sortilegio
de la madrugada, acertijo
que alude al delirio
que siento y vivo, que elijo,
como un sublime martirio,
que me tienta a reír en borricada
si suspiro mi pasión encerrada.
Calamidad es tu risa maldito,
las mariposas vienen, se van,
tú llegaste frágil y libre,
en la nariz te me viniste a parar,
y así te fuiste, solo y débil
esa es la cruel verdad, me “dejaste”
libre, te deje escapar; ¡Huiste!
esa es la cruel verdad, me “hiciste”
fuerte, pues al mirarte volar
comprendí que tu vida es mísera…
… esa es la cruel verdad.
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