Escribo, pero nunca dije que lo hiciera bien.

sábado, 9 de octubre de 2010

SUEÑOS Y ESTUPIDEZ

Un día a un hombre
mi ser quise entregar,
quise socavar su llanto
y toda sus desdicha
en mi pecho destrozar,
hoy han pasado casi cien días
y no lo puedo olvidar,
su canción por las noches
me despierta,
no me deja descansar.

De vez en cuando
visita algunos de mis sueños,
suspira, a veces grita,
ruega por esa piedad
que a ambos nos lastima.

Luego llora y me mira,
me dice que no lo deje,
que sin mi el sol lo enfría.
Entonces acaricio sus cabellos invisibles
le tomo la barbilla,
limpio de si cada lagrimilla,
un beso en su frente dibujo,
le froto una mejilla,
él besando una de mis manos
cual Judas traicionando mi piel
ríe del dolor que nos desgarra,
que nos mantiene en pie,
que arrastra mi recuerdo
a sus veladas,
que arrastra su recuerdo
a cada una de mis palabras,
que no nos perdona,
ese es el dolor que nos agobia.

Queriendo olvidar su nombre
mis manos golpean su rostro,
zarandean aquel sueño
de melancólico clamor,
sonriendo con ironía
le apuñalo el corazón,
y se ríe, siempre ríe
de nuestro juego de suplicio,
pareciera que disfruta
el vacío en que vivimos.

Escupo sobre sus ojos
y en risas pendejas
escondemos el llanto,
fingimos como siempre,
decimos que nada nos duele.

Y me coge los cabellos,
me arrastra en sus senderos,
abofetea mis lagrimas de hiel,
deshilacha su tristeza
con el vacío de mi ser,
cree que es fuerte
si me patea con los pies,
hartos de buscar camino
los coso con seda fina,
con un sangriento escalofrío
los coso con desdicha,
los uno a mis manos
que le escriben todavía,
le gritan, le ansían,
sin su dolor mi vida no respira.

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